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S E R Y E S T A R

ANTES, DURANTE Y DESPUES... II

...Todo el placer que me acabada de dar, me generaba una especie de deuda de gratitud con Diego; este era el momento de saldarla. Así que me propuse a devolverle tanto o más de lo que había recibido. Creo que culo alguno recibió nunca tantos mimos como el de Diego por parte mía. Después de lamerlo y besarlo, lo masajee con los labios de la misma manera como suelo hacerlo con los clítoris; el resultado pareció ser similar, a juzgar por los gemidos que le arranqué a Diego.

Quería tenerlo en la misma posición que él me tuvo, así que lo tomé por la cadera y lo hice ponerse de pie y agacharse, para clavársela de esa manera. Nunca había sentido un culo tan rico apretando mi verga. Incluso, tuve que detenerme una vez entré del todo, para no venirme de inmediato.

Durante unos instantes sólo me dediqué a acariciar y besar su fuerte espalda, poner mis brazos sobre sus brazos y que nuestros úsculos se sintieran mutuamente. En algún momento, Diego pasó una de sus manos por debajo suyo, alcanzó y amasó cariñosamente mis testículos.

Finalmente, volví a ponerme en movimiento y ya no paré hasta derramarme en un largo y delicioso orgasmo.......

Cuando resucité y salí, Diego se dió vuelta y nos enlazamos en un fuerte abrazo, mientras nos besábamos con infinita dulzura. Aquel largo beso decía más que las palabras y expresaba nuestra mutua gratitud por lo que habíamos recibido.

El agua tibia no había cesado de correr sobre nosotros durante todo ese tiempo y se había comportado como un cómplice efectivo en proporcionar caricias.

Envueltos en sendas toallas, enrolladas a la cintura, pasamos al cuarto de Diego. Iniciamos una conversación sobre los sentimientos que habíamos experimentado antes de encontrarnos, después al vernos por primera vez, cuando propuse que nos fueramos directo a la cama, cuando nos vimos desnudos. Nuevamente la sensación de compenetración fue tan grande, que en cinco minutos las dos toallas se estaban elevando con una nueva y poderosa erección.

No hubo necesidad de decir algo, al tiempo nos arrancamos las toallas y nos lanzamos sobre la cama con un frenesí sin límites.

Saltábamos de estar cara a cara al 69. En esta posición, nos desesperábamos por no poder meter al tiempo en la boca el glande y los testículos.Finalmente, los lamimos y chupamos de todas las maneras que podíamos  hacerlo.

Hubo mordiscos, arañábamos las nalgas, pellizcábanos las tetillas con las yemas de los dedos sin compasión alguna (todavía hoy me arden). Para besar la boca del otro no tomábamos la cara con dulzura, sino que lo asíamos con fuerza del pelo.

Todo esto lo hacíamos aceleradamente, pasando de una posición a otra como si tuviéramos un tiempo límite en el cual tendríamos que tener agotadas todas las posibilidades sexuales entre dos hombres. Aquello era un combate cuerpo a cuerpo, una orgía de músculos del macho de la especie humana. No había compasión, ninguno quería compasión. No hablábamos, apenas jadeábamos. Parcialmente nos podíamos ver en un espejo. Así, entrelazados, sudorosos y tensos, lucíamos magníficos y aquello  nos excitaba y enardecía más aún.

En un momento dado, Diego me empujó con fuerza para que cayera boca arriba sobre la cama, se sentó sobre mi y tomando con su mano mi verga, el cual estaba dura e hinchada, a reventar, la introdujó de un golpe por su culo. Pareció ser un samurai haciéndose el harakiri. El grito de dolor que lanzó se debió escuchar a diez kilómetros a la redonda. Por mi parte, sentí tremendo corrientazo partiendo del pene.

A medida que se movía y veía lo que reflejaba su rosto, recordé lo que dice  Hesse en "Narciso y Goldmundo" sobre la forma tan similar como se expresan la extrema sensación de dolor de un parto y el extremo placer de un orgasmo (la pasión por Hesse era otra cosa en común entre los dos).

No podía creerlo, que estuviera tan ansioso por experimentar el mismo nivel de dolor que acababa de observar. Acaso me había vuelto sado masoquista? Definitivamente estaba siendo una velada para descubrir las sensaciones contrarias como la mayor experiencia de placer.


Humedecí con la boca el pene de Diego y, tal como él lo hizo, me lo clave en el culo de un solo golpe. No grité, pero una lágrima furtiva rodó por mis mejillas. A medida que me movía, el dolor fue tan intenso que un temblor espasmódico me empezó a recorrer el cuerpo. Hacía pasar lentamente la cabeza por mi ano, adelante y atrás, para que la sensación se mantuviera. Sentía que me ahogaba y la cabeza me silvaba. No entendí entonces por qué, ni aún lo entiendo, pero, aquello lo estaba disfrutando en grande!

Sentí en ese momento el impulso besar esa boca sonriente y me abalancé sobre él. Besos y más besos, no nos cansábamos, dimos vueltas, caímos de la cama abrazados y entre risas continuamos los besos en el piso. Ya quería terminar, así que estando él boca arriba le levanté las piernas, las enlacé en mis brazos, las puse sobre mis hombros (me encantaba ese contacto con sus vellos ásperos) y lo penetré profundamente. El tomó mi mano y se llevó a la boca mi dedo anular, chupándolo con glotonería. Ahora mis movimientos eran rápidos y fuertes, sin consideración alguna hacia Diego. Sólo me detuve, cuando, entre estertores de placer, me volví a venir dentro
del culo de mi hombre.

Ahora, era su momento para terminar. Me puso de rodillas, agachado; el estaba también de rodillas cuando me penetró, pero una vez lo hizo, levantó una de sus piernas para equilibrarse mejor, mientras con las manos en mi cintura me traía y llevaba con extrema brusquedad.

Nuevamente esa sensación extrema de dolor y placer. Me regocijaba sintiendo como sus testículos me golpeaban. Su largo falo, sentía, me estaba atravesando hasta la garganta. Otra vez me faltaba la respiración y la sangre se agolpaba en la cabeza. Cuando terminó, lanzó un rugido (definitivamente, Diego es más escandaloso que yo).

Estábamos exhaustos. Apenas podíamos respirar. Nuestros culos, abiertos, rojos y palpitantes, también estaban agotados. No dijimos nada, era evidente que necesitamos recuperarnos de aquello. Nos abrazamos, cada uno pensando en sus cosas; nos quedamos dormidos.

Me desperté media hora más tarde. Miraba a Diego dormir, era tan hermoso, parecía un guerrero pintado por Botticelli. Ese pensamiento me llenó nuevamente de deseo y mi verga se paró nuevamente. Justo en ese momento, mi adorado se despertó. Cuando fue conciente de mi estado, tomó mi mano y observé como rápidamente su asta se elevaba.

- Creo que ambos queremos seguir la juerga, pero los culos ya no aguantan
más.

Se levantó y trajo un frasco de aceite para el cuerpo.

- La diversión ahora, continuó, será sólo por cuenta de las manos y la boca. Si antes no gritaste, ahora voy a hacer que lo hagás, agregó, mientras se empapaba las manos en aceite.

Tuvo razón. Grité, gemí y suplique que no más y volví a experimentar el placer y el dolor juntos en el tercero y cuarto, demorados,  trabajados y sufridos, polvos de aquella noche...

Aún quiero más...

DIVINIDAD

5 comentarios

DIVINIDAD -

YESSS!! COMO DIRIAN POR ALLI!! SI QUIEREN MAS LE DOY MASSS!!!!

JAJAJAAAA UN BESAZOOO

Marilu -

wow quemanera tan erotica sin caer en vulgaridades de escribir me encanto aparte que esta super hot

tilo -

DIOXXXXX Q HOT!!!! YO TB KIERO MAS!

Anónimo -

Divinidad... leyendo tus escritos no solo concreto y afirmo que eres un dios del sexo, sino que ademas debes practicar el sexo con todas las de la ley... es decir... quisiera verte en accion, ver y ser protagonista de tu versatilidad... como lo desees, quiero tenerte para hacer que un articulo de tantas experiencias lleve mi nombre

R.R

La tuya -

Caramba!! cada vez que me pierdo a uds le da por irse a tirar!! jaaaa, que experiencias mas hot, en verdad que transmiten he inspiran sexo... me mojé con todasss!!! jaja... cuando quieran me avisan y me meto en una de esa con uds!!

saludos a priapo